JuanC
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Cuenta atrás para que se produzca en España la siguiente consolidación en el sector de las telecomunicaciones con Vodafone como protagonista. Cualquiera de las opciones encima de la mesa abre un abanico de posibilidades que vamos a analizar a continuación. Desde la creación de un súper gigante más grande que Telefónica hasta la posible creación de un «nuevo cuarto operador» que volvería a poner en aprietos a los más grandes.
Las tres principales telecos llevan varios años perdiendo ingresos y todo ello es provocado por la fuerte competencia que azota al sector. Mientras en Estados Unidos hay tres compañías que se reparten todo el pastel, en Europa hay más de 80 operadores compitiendo. En España la situación lejos de calmarse tras las adquisiciones de ONO y Jazztel se agravó gracias a los remedies de esta última que permitieron a MásMóvil consolidarse con fuerza en banda ancha fija. Al mismo tiempo otras compañías como Digi o Finetwork fueron capaces de posicionarse en el sector low cost convirtiéndose así en dos actores también muy relevantes.
Vodafone entra en juego
La operadora británica dirigida en España por Colman Deegan forma parte de todos puzles que invitan a pensar en una fusión a corto plazo y es que el propio CEO de la compañía explicó hace un mes que la situación del mercado es insostenible y dio por hecho que asistiríamos a una consolidación más pronto que tarde.
Vodafone lleva años perdiendo clientes a borbotones y cuenta con una desventaja importante frente a sus rivales; la red de fibra. La compra de ONO en 2014 por 7200 millones de euros le permitió heredar una red de cable con 7 millones de hogares, pero lo cierto es que la evolución tecnológica que se esperaba se ha quedado muy atrás frente al FTTH (Fibra hasta el hogar). Vodafone quería distanciarse de sus competidores que vendían ADSL ofreciendo mejores velocidades y pensando en el futuro, pero la realidad es que la decisión más acertada hubiera sido desplegar fibra de forma masiva como sí hicieron sus rivales.
Otro de los problemas de la operadora británica ha sido la “Lowinización” de sus clientes perdiendo precisamente todo el valor en aquellos que pagaban más de 100 euros por servicios convergentes premium. En la actualidad la compañía basa su crecimiento en Lowi mientras que la marca principal sufre para retener a los abonados que buscan ofertas más económicas en otros rivales. La ausencia del fútbol en su propuesta de televisión tampoco ayuda y es que el coste de los derechos era una losa demasiado importante en plena caída de ingresos. Analizando las cuentas de la compañía, el último ejercicio cerró con una facturación de 4.166 millones de euros que es prácticamente similar a la que tenía años atrás antes de incorporar a ONO. Es decir, ingresa lo mismo que antes de gastarse 7200 millones en comprar la compañía de cable. Por el camino hemos visto como whatsapp se ha cargado los SMS, la regulación europea ha suprimido el roaming o la convergencia provocó un desplome de precios sin precedentes en el sector que en conjunto ha erosionado los ingresos de todas las telecos.
MásMóvil y Orange al acecho
En todo proceso de fusión siempre hay dos o tres opciones y en este caso parece claro que cualquiera de las dos telecos van a estar involucradas. En el caso de la operadora amarilla, el principal problema que tiene es la deuda financiera que se acerca a los 6600 millones de euros y precisamente acaba de invertir 3500 en la adquisición del Grupo Euskaltel. En cualquier caso, la gestión de las adquisiciones llevadas a cabo por Meinrad Spenger, CEO de la compañía cuenta con el respaldo de sus accionistas y eso podría abrir las puertas a la búsqueda de financiación para llevar a cabo la operación de compra de Vodafone.
Fuentes del sector estiman en unos 8.000 millones el precio de la operadora británica lo cual dispararía la deuda de MásMóvil por encima de los 14.000 millones, pero crearía un gigante que de facto se convertiría en número dos en ingresos y número uno en clientes por delante Telefónica. Asimismo, las sinergias entre MásMóvil y Vodafone permitirían a la compañía abaratar sus costes y de esa manera mejorar todos sus márgenes.
En el caso de Orange, parece improbable que la operadora gala vaya a acometer dicha operación y es que la fusión con Vodafone crearía un gigante en España más grande que Telefónica que no sería bien visto por Bruselas. Asimismo, el regulador le impondría una serie de condiciones que pueden ser perjudiciales a medio plazo. Echando la vista atrás, la compra de Jazztel por parte de Orange obligó a la operadora a asignar activos a sus competidores (MásMóvil) y precisamente la compra de esos “remedies” propició la creación de un cuarto operador que a medio plazo le ha erosionado sus cuentas. En caso de llevarse a cabo esta operación, Digi entraría en juego y podría ser la gran beneficiada de una situación similar, algo que conocen en el seno de Orange y que obviamente quieren evitar.
Sea como fuere, parece que en 2022 asistiremos a nuevos movimientos corporativos que tienen como objetivo estabilizar los precios de las telecomunicaciones y sobre todo evitar que las cuentas de resultados se sigan desangrando. La mala noticia es que toda fusión lleva aparajeada un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que puede afectar a cientos o miles de trabajadores.
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