Oneplus
Limpiando la parafina
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Hace un tiempo, quizás más de 10 años, mi amigo Pedro y yo decidimos escaparnos de tarde en tarde por las zonas más rurales de España, buscando paisajes distintos a los que nos encontramos en nuestra cotidianeidad de Madrid y alrededores.
Decidimos hacerlo en días de diario (entonces tenía un trabajo que me lo permitía) buscando perdernos sin tener que “sufrir” la mayor afluencia turista de los fines de semana; y así lo hicimos.
Realizamos unos 10 viajes de los cuales nos publicaron en Solo scooter 6, conservando 5 revistas en mi poder y habiendo perdido la que habla de la ruta que os voy a contar, por eso lo de recuerdos,…aunque las fotos aquí están. Si os gusta lo que os cuento seguiré hablando de los otros viajes con más datos (están reflejados en las revistas que conservo) y otros que he realizado recientemente.
Decidimos salir desde Alcalá de Henares un viernes sobre las tres y hacer el viaje de una tacada hasta Soria (habrá unos 200 Kms) en un mes de Octubre, Otoño. Mi amigo Pedro, una persona que se ha recorrido Sudamérica, Europa, Zonas del Norte de África y todas en moto, es lo que más se parece a la definición de viajero. Un viajero es aquella persona que sabe cuando parte pero no cuando volverá, un turista tiene fecha de ida y vuelta. Yo soy el segundo caso….el tiene una página en facebook donde se anuncia como Kenko aventurero.
Pues bien, este amigo mío de la infancia que tiene tres motos (incluida una GS1200 BMW), empezó recorriendo Europa con una Vespa 200 y hasta hace unos años siguió haciendo rutas con ella y yo con mi Kimco Zing 125 II. Ya no la tiene, pero sigue acompañándome en su Yamaha Xcity 250 cc cuando está por aquí y no zascandileando por no sé qué sitios. ¿Por qué lo hace?, según él, las motos pequeñas trasmiten ese componente aventurero y de cierta precariedad que con las motos grandes no siente,..¡¡Aún en tierra del fuego!!.
Volvemos a la ruta, llegando a Soria al atardecer con un frío del diablo, así que al hotel y después de una ducha de agua caliente, a cenar y tomar unas cervecitas (¡que no falten!). Por la mañana empezamos la primera de tres rutas establecídas (la tercera ya de vuelta) que nos llevaran a la Laguna Negra, Parque Natural Sierra Cebollera y algo de la Sierra de Cameros. La vuelta la haríamos por El Burgo de Osma, Riaza y la N-I (apurando ya el tiempo) para después cada mochuelo a su olivo.
Recuerdo pueblos abandonados, con portalones cerrados, las iglesias semiderruidas con sus campañas todavía en la torre (las que no habían robado) y una sensación de soledad absoluta. Recuerdo pueblos con apenas 10 habitantes, donde en uno de ellos un anciano viudo que había sido forestal nos enseño el pueblo (le mandamos un correo con la revista donde salimos los tres juntos en una foto y le hizo muchísima ilusión).
Recuerdo bosque de Hayas y Robles con sus colores otoñales, de pinos, las sensaciones del aire en la cara que te traían aromas que no recordaba (en la vorágine de las grandes ciudades, se olvidan), los pequeños arroyos, las Lagunas (pues hay varias) y la serenidad que da que nada ni nadie te espere ni la premura por llegar a ningún sitio. Solo beber los momentos a pequeños sorbos para que la experiencia dure.
Cuando volvimos, a la altura de Riaza, recuerdo que nos calló una chupa de agua monumental y llegamos a casa totalmente empapados, pero deseando volver a hacer camino. No puedo daros datos de éste viaje, pues fue hace una docena de años. Sólo puedo hablaros de la experiencia del viaje, de que éste no es solo un viaje sin más, sino una especie de viaje interior donde las emociones te desbordan por las sensaciones que aportan algunos sitios por los que pasas, las personas que llegas a conocer y los recuerdos que te quedan.
Dos pequeñas compañeras, sin prisas y de forma amable, nos llevaron sin queja de una manera que otras maquinas (enlatadas o no) pueden hacerlo más rápido, pero no mejor. Recuerdo una gasolinera, al vernos las motos llenas de bultos otros dos moteros con sus maquinas impresionantes, en la cual nos preguntaron que de donde veníamos. Cuando les contamos todo nuestro periplo recuerdo que nos dijeron; ¿en esas motos?,…¡vosotros sí que sois verdaderos moteros!.
Cada viaje te incita a empezar otro, pues te vuelve adicto a ciertas sensaciones. Un cordial saludo.
Decidimos hacerlo en días de diario (entonces tenía un trabajo que me lo permitía) buscando perdernos sin tener que “sufrir” la mayor afluencia turista de los fines de semana; y así lo hicimos.
Realizamos unos 10 viajes de los cuales nos publicaron en Solo scooter 6, conservando 5 revistas en mi poder y habiendo perdido la que habla de la ruta que os voy a contar, por eso lo de recuerdos,…aunque las fotos aquí están. Si os gusta lo que os cuento seguiré hablando de los otros viajes con más datos (están reflejados en las revistas que conservo) y otros que he realizado recientemente.
Decidimos salir desde Alcalá de Henares un viernes sobre las tres y hacer el viaje de una tacada hasta Soria (habrá unos 200 Kms) en un mes de Octubre, Otoño. Mi amigo Pedro, una persona que se ha recorrido Sudamérica, Europa, Zonas del Norte de África y todas en moto, es lo que más se parece a la definición de viajero. Un viajero es aquella persona que sabe cuando parte pero no cuando volverá, un turista tiene fecha de ida y vuelta. Yo soy el segundo caso….el tiene una página en facebook donde se anuncia como Kenko aventurero.
Pues bien, este amigo mío de la infancia que tiene tres motos (incluida una GS1200 BMW), empezó recorriendo Europa con una Vespa 200 y hasta hace unos años siguió haciendo rutas con ella y yo con mi Kimco Zing 125 II. Ya no la tiene, pero sigue acompañándome en su Yamaha Xcity 250 cc cuando está por aquí y no zascandileando por no sé qué sitios. ¿Por qué lo hace?, según él, las motos pequeñas trasmiten ese componente aventurero y de cierta precariedad que con las motos grandes no siente,..¡¡Aún en tierra del fuego!!.
Volvemos a la ruta, llegando a Soria al atardecer con un frío del diablo, así que al hotel y después de una ducha de agua caliente, a cenar y tomar unas cervecitas (¡que no falten!). Por la mañana empezamos la primera de tres rutas establecídas (la tercera ya de vuelta) que nos llevaran a la Laguna Negra, Parque Natural Sierra Cebollera y algo de la Sierra de Cameros. La vuelta la haríamos por El Burgo de Osma, Riaza y la N-I (apurando ya el tiempo) para después cada mochuelo a su olivo.
Recuerdo pueblos abandonados, con portalones cerrados, las iglesias semiderruidas con sus campañas todavía en la torre (las que no habían robado) y una sensación de soledad absoluta. Recuerdo pueblos con apenas 10 habitantes, donde en uno de ellos un anciano viudo que había sido forestal nos enseño el pueblo (le mandamos un correo con la revista donde salimos los tres juntos en una foto y le hizo muchísima ilusión).
Recuerdo bosque de Hayas y Robles con sus colores otoñales, de pinos, las sensaciones del aire en la cara que te traían aromas que no recordaba (en la vorágine de las grandes ciudades, se olvidan), los pequeños arroyos, las Lagunas (pues hay varias) y la serenidad que da que nada ni nadie te espere ni la premura por llegar a ningún sitio. Solo beber los momentos a pequeños sorbos para que la experiencia dure.
Cuando volvimos, a la altura de Riaza, recuerdo que nos calló una chupa de agua monumental y llegamos a casa totalmente empapados, pero deseando volver a hacer camino. No puedo daros datos de éste viaje, pues fue hace una docena de años. Sólo puedo hablaros de la experiencia del viaje, de que éste no es solo un viaje sin más, sino una especie de viaje interior donde las emociones te desbordan por las sensaciones que aportan algunos sitios por los que pasas, las personas que llegas a conocer y los recuerdos que te quedan.
Dos pequeñas compañeras, sin prisas y de forma amable, nos llevaron sin queja de una manera que otras maquinas (enlatadas o no) pueden hacerlo más rápido, pero no mejor. Recuerdo una gasolinera, al vernos las motos llenas de bultos otros dos moteros con sus maquinas impresionantes, en la cual nos preguntaron que de donde veníamos. Cuando les contamos todo nuestro periplo recuerdo que nos dijeron; ¿en esas motos?,…¡vosotros sí que sois verdaderos moteros!.
Cada viaje te incita a empezar otro, pues te vuelve adicto a ciertas sensaciones. Un cordial saludo.
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